Álvaro Valdemoro padre de la leyenda del baloncesto femenino español Amaya Valdemoro falleció el pasado 9 de septiembre, por Chema Vega
Hoy se cumple una semana del fallecimiento de Álvaro Valdemoro, que nos ha dejado con una sensación de vacío y desconsuelo. Quiero despedirme de la manera más acorde a mi persona, dedicándole unas palabras de recuerdo y agradecimiento.
Preguntado Pitágoras sobre que era el tiempo, el filósofo y matemático griego argumentaba que el tiempo es el alma de la vida. Debe ser por ello que consideramos más importantes los tiempos en los que el alma domina en vida, que cuando el alma se eleva por encima de esa vida que se ha extinguido. Por lo general, dedicamos una fracción de ese tiempo a reconocer los tiempos de vida de esas personas que ya no forman parte de la nuestra, ni de la suya propia.
En esta ocasión este panegírico y sincero homenaje de despedida a Álvaro Valdemoro, consta del tiempo y la forma necesaria para acercar su figura a aquellos que no le conocieron y los que disfrutaron de su presencia en vida.
Hay personas que destacan en vida por sus actos y nos dejan huella y que permanecen en el imaginario colectivo por décadas por su influencia y trascendencia. Es entonces cuando emerge el homenaje y la alabanza a su persona y trayectoria, estamos ante una de esas. Ya que hablamos de una persona excepcional: padre, marido,hermano y la figura en la sombra en la carrera de nuestra querida Amaya Valdemoro, pero también ejemplo de servidor público, que defendió la reconciliación social e ideales democráticos en la etapa de transición de nuestro país hacia la democracia.
Por alguna razón que todavía no alcanzo a comprender, en la mayoría de los casos, el mérito en nuestro país se reconoce a título póstumo y no cuando la persona objeto del agradecimiento sigue entre nosotros.
Hubiera sido bonito que recibiera el cariño y reconocimiento en vida; abanderado incansable de los valores del sacrifico y el trabajo que inculcó a sus hijas Virginia y Amaya. Trabajo y legado que quedará entre todos nosotros, y que forma más bonita sería, que recordar su figura, si al pasear o circular por una calle o avenida de nuestra ciudad estuviera engalanada con su nombre.
Está claro que los homenajes deben de darse en vida, pero las circunstancias de la vida casi siempre mandan. Vaya por descontado mi homenaje y más sinceras condolencias a su familia.
Chema Vega
