La Escuela de Fútbol Femenino de Alcobendas: el fútbol como herramienta de empoderamiento
- Lucía Montes Cepeda
- hace 5 días
- 4 Min. de lectura
En el corazón de Alcobendas late un proyecto que, más allá de los goles y los resultados, representa lucha, dignidad y compromiso social: la Escuela de Fútbol Femenino de Alcobendas (EFFA)

Fundada en 2004 como respuesta directa a la desigualdad dentro del fútbol -una de esas tantas que ocurren cuando el género define el valor de una victoria-, la escuela surgió del inconformismo de un grupo de jugadoras que, tras lograr el ascenso a categoría nacional, vieron cómo los presupuestos prometidos por parte de la Federación Española de Fútbol para su desarrollo se desviaban hacia los equipos masculinos. Aquella injusticia supuso un antes y un después. Sin apenas medios, pero con una convicción férrea, este grupo de deportistas decidieron crear su propio espacio desde cero.
Lejos de amedrentarse por tener que volver a las categorías más bajas del fútbol madrileño, apostaron por un modelo donde las niñas pudieran jugar, crecer y formarse en un entorno que, hasta entonces, no existía en la localidad. Un espacio de referencia para cientos de chicas que ya no tendrían que preguntarse si el fútbol era “para ellas”. Aquella decisión, valiente y disruptiva para su época, acabó por sentar las bases de lo que hoy es una de las referencias del fútbol femenino en la Comunidad de Madrid.
En sus más de veinte años de historia, la EFFA no solo ha conseguido hitos deportivos, sino que se ha consolidado en sus respectivas categorías con una identidad propia. Cada temporada, niñas de todas las edades encuentran en este club no solo un lugar donde entrenar, sino un modelo en el que inspirarse. Las jugadoras del primer equipo son referentes visibles y alcanzables, verlas entrenar y competir supone para muchas un sueño al que aspirar.
Más allá de los resultados: una identidad propia
Sin embargo, desde la escuela insisten en que el verdadero éxito no se mide en trofeos, sino en haber sido capaces de mantener un proyecto vivo, independiente y coherente durante más de dos décadas. En un contexto donde muchos clubes femeninos dependen todavía de estructuras masculinas, la EFFA ha resistido apostando por el crecimiento sostenido y la calidad humana como pilares fundamentales.
Uno de los mayores retos que enfrentan a día de hoy tiene que ver con la falta de visibilidad y profesionalización. Aunque la percepción social está cambiando y los medios de comunicación cada vez prestan más atención al fútbol femenino, siguen existiendo desigualdades estructurales que impiden su desarrollo pleno. Mientras que muchos equipos masculinos, incluso en categorías inferiores, funcionan con enfoques plenamente profesionales, el fútbol femenino sigue arrastrando precariedades que dificultan su consolidación.
Desde la EFFA se apuesta por un cambio real que pase por estructuras sólidas: con cuerpos técnicos bien formados y una mayor inversión y reconocimiento institucional.
El auge actual del fútbol femenino, con figuras destacadas y récords de asistencia en partidos oficiales, no debe confundirse con haber alcanzado el techo. Desde la escuela lo tienen claro: aún queda mucho camino por recorrer. El conformismo es el peor enemigo. Por eso, insisten en aprovechar este momento para fortalecer el modelo, invertir en formación y dar a las jugadoras el lugar que merecen dentro del deporte.
Valores humanos, la esencia del equipo
Uno de los elementos más distintivos del club es su firme apuesta por los valores humanos. Resiliencia, respeto y compañerismo no son simples lemas, sino principios que se trabajan día a día. No se trata a las jugadoras como números o simples piezas dentro del engranaje competitivo, sino como personas con sus propias realidades: familiares, económicas y emocionales. La escuela ha construido un entorno seguro, donde cada mujer se siente escuchada y acompañada.
Este enfoque humano también se refleja en su estructura organizativa. El club cuenta con la figura de una psicóloga deportiva, un rol que se ha revelado clave en la gestión emocional del equipo. No se trata solo de preparar la mente para competir, sino de entender que muchas de las jugadoras viven una doble jornada: entrenan después de trabajar o estudiar, al mismo tiempo que, en ocasiones, se enfrentan a situaciones personales complicadas. La presencia de profesionales de la salud mental garantiza un apoyo imprescindible para que el rendimiento deportivo no se logre a costa del bienestar individual.
Sin embargo, el fútbol femenino sigue lidiando con barreras sociales que van más allá del terreno de juego. Cada gran torneo y avance mediático, suele ir acompañado de una ola de odio en redes sociales, cargada de prejuicios, desprecio y violencia verbal hacia las propias jugadoras. La EFFA no es ajena a esta realidad. Consideran que el problema no está solo en la falta de educación, sino en la falta de seriedad con la que todavía se trata al fútbol femenino en muchos espacios. Hasta que no se le otorgue el mismo respeto, visibilidad y profesionalismo que a sus equivalentes masculinos, el cambio será limitado.
Un empoderamiento esperanzador
El mensaje que la escuela lanza a todas las niñas que aún no se atreven a jugar por miedo “al qué dirán” o vergüenza es claro: que no duden más. Saltar la barrera del miedo, dicen, “abre la puerta a vivencias maravillosas”. El fútbol, más allá del deporte, puede ser una herramienta de empoderamiento, una forma de construir una identidad y de crear vínculos que perduren para toda la vida.
El vínculo con la historia también se mantiene vivo. Una de las fundadoras, Maria Luisa Puñal Valverde, formó parte de la selección española que alcanzó las semifinales de la Eurocopa en 1993. A día de hoy, sigue activa en el club, encarnando la esencia de la resistencia femenina en el deporte. Su historia es un recordatorio de lo mucho -pero aún insuficiente- que se ha logrado sin apenas recursos ni reconocimiento.
La Escuela de Fútbol Femenino de Alcobendas seguirá, como hasta ahora, luchando dentro y fuera del campo. Por la equidad, por la visibilidad y por la formación, pero sobre todo, por cada niña que un día decida atreverse a soñar con ser futbolista.
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