Esto decía Isabel Díaz Ayuso en una entrevista. “Somos el grito de las que ya no están” era, en cambio, lo que se escuchaba el pasado viernes en la manifestación contra la violencia machista
Era viernes, día 11 de junio de 2021. Las 23 horas de la noche. Las calles repletas. Todo en silencio. Tan solo la respiración de las miles de personas concentradas en aquel lugar podía sentirse. Y la lluvia, porque el cielo lloraba. El reloj de la Puerta del Sol habían dado comienzo a aquel minuto de silencio por Anna, Olivia, Rocío, Elena y todas las mujeres asesinadas bajo el manto de la violencia machista.
De repente, aquel silencio se rompió: “Lolololo, ¡qué viva España!”, se escuchó cantar a un hombre con el único objetivo de hacer muchísimo daño. Recuerdo cómo todas y todos nos miramos unos a otros, sin dar crédito a lo que estaba ocurriendo. Alguien estaba utilizando el minuto de silencio por aquellas víctimas para gritar un cántico facha, casposo, sin otro ánimo que el de dejar clara su postura ante esos asesinatos y ante las que allí nos manifestábamos en contra de ellos.
El dolor fue unánime. Rompimos el minuto de silencio a la vez, cantando el mismo lema, como si aquello estuviese ensayado, como si la rabia nos hubiera unido y conectado más que nunca: “¡Aquí estamos las feministas!”, comenzamos a gritar de forma desgarradora, con lágrimas en los ojos y la piel de gallina.
Esto, señoras y señores, es el machismo. Una lacra que ni siquiera se va con el asesinato de un "padre" a sus dos hijas pequeñas para hacer daño a la madre. Un "padre" que, según las últimas investigaciones, ha asesinado a sus hijas, las ha envuelto en bolsas de basura y nórdicos y las ha anclado a mil metros de profundidad bajo el mar. Y él, siguiendo la tónica de inmensa cobardía que comparten todos estos miserables, se habrá suicidado. Pero claro, no podía hacerlo sin antes matar en vida a su expareja a través de sus propias hijas.
Siempre que hay asesinatos machistas, da la casualidad de que hay gente que trata de recordar que “también hay hombres maltratados”. Decir eso es como decir en plena pandemia de la COVID que también hay algún caso de resfriado. Ya lo sabemos, pero la urgencia de encontrar una vacuna contra la COVID es mucho mayor, porque mata y maltrata mil veces más. Quien no vea esto es sencillamente porque no quiere verlo.
“Los hombres sufren más agresiones que las mujeres”. Adivinad quién dijo esta frase hace tres meses. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, decía en una entrevista con María Teresa Campos que “también hay violencia sobre el propio hombre. De hecho, sufre incluso más agresiones que nosotras”. Yo, mientras, os dejo por aquí este análisis basado en un informe del Consejo General del Poder Judicial: El 85,8% de las víctimas mortales a manos de su pareja o expareja son mujeres asesinadas por hombres.
Mientras tanto, el lunes pasado, el Ayuntamiento de Madrid convocó una concentración en la sede del propio consistorio para mostrar su desprecio, no solo ante los asesinatos recientes, sino ante los 41 niños asesinados desde 2013 y las 1.096 mujeres asesinadas desde 2003 a causa de la violencia machista. El secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, decidió distanciarse de este acto. No lo entiendo. ¿Ni siquiera ante el crimen atroz de Anna y Olivia es VOX capaz de dejar a un lado su odio? Aunque solo sea esta vez, por favor. No sé si es que Ortega Smith piensa que el feminismo criminaliza al hombre como tal. Eso es mentira, el feminismo criminaliza a los hombres que matan, maltratan, acosan y violan a las mujeres. No comprendo dónde se ve reflejado el secretario general de VOX aquí…
Un integrante de la Iglesia católica también se ha pronunciado ante el asesinato de Anna y Olivia. El párroco Francisco Báez ha afirmado estos días que Beatriz, la madre de las niñas, se merece esto que le está pasando por haberle sido infiel a su expareja (hecho que se ha inventado él). ¿Y sabéis qué solución ha encontrado por el momento la Diócesis de Canarias ante esta salvajada? Prohibir al padre Báez que siga emitiendo declaraciones sobre este crimen. Ya está.
Si denunciamos, nos acusan (obviamente de forma errónea) de las innumerables denuncias falsas que emitimos las mujeres, o de hacerlo por dinero, tal y como ha admitido el cantaor El Cigala, denunciado recientemente por su pareja por malos tratos y seguidamente puesto en libertad (qué sorpresa). Y si no denunciamos, se echan las manos a la cabeza porque no lo hacemos, sin ni siquiera pararse a pensar en lo que aquello supone para la mujer (y para que el hombre acabe en la calle, como El Cigala). Y siempre el foco puesto en nosotras, en las víctimas, y no en el que maltrata, mata, abusa o viola.
Y si no, que se lo digan a Juana Rivas. Estos días se leía en las redes: “Si la madre de Anna y Olivia hubiera impedido que sus hijas fueran con su asesino, acabaría luchando por no entrar en la cárcel, como Juana Rivas. Las mujeres maltratadas no solo sufren violencia machista, también abandono institucional”.
Ojalá pronto dejen de existir manifestaciones multitudinarias como las que vivimos el pasado viernes por toda España y dejemos de escuchar estos cánticos: “No son muertes, son asesinatos”, “Olivia somos todas”, “No estamos todas, faltan las asesinadas”, “Sola, borracha, quiero llegar a casa”, “Si tocan a una, nos tocan a todas”, “Tranquila, hermana, aquí está tu manada”, “Somos el grito de las que ya no están”, “Ni una menos, vivas nos queremos”. Qué hartos y qué hartas estamos.
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